Nada es fácil

Nada es fácil Mi madre me decía que las cosas en la vida habrá que lograrlas con esfuerzo. No me lo decía con la arrogancia que caracteriza a algunos progenitores cuando ponen cara de expertos en el tema. Sólo usaba su sentido común, su saber natural, lo que la vida le había enseñado como emigrante y sobreviviente de la posguerra. No era una “repetición de la repetidera”, sino experiencia vital, sentida en los huesos.

Y después agregaba de manera lapidaria, pero con el acento, la sagacidad y la ternura típica de una madre napolitana: “ No eres la excepción, todo te va a costar....”. Y ese fue el designio amoroso, un aviso para que pudiera estar listo a enfrentar los golpes que vendrían con los años. No mje dijo “la tercera es la vencida”, pero si pudiera sacar un promedio de lo que me ha costado alcanzar los objetivos más relevantes que me he propuesto en la vida, el número tres está presente de una manera u otra: mínimo, tres intentos.

Parecería que vivir no es precisamente compatible con la actitud facilista que uno puede observar en tantos jóvenes y adultos. No pretendo hacer una apología al sufrimiento ni tampoco destacar algún don premonitorio en mi madre. Lo que quiero es sentar protesta contra la ley del mínimo esfuerzo. Insisto, no es masoquismo, sino la comprensión inteligente de que la mayoría de los logros personales importantes se alcanzan con perseverancia, así duela o incomode, así sea difícil, así tengamos que dejar a un lado la postura insufrible del haragán.

El cambio siempre es fatigoso, lo cual no significa que si pudiéramos tomar el cielo con las manos con sólo estirarnos no lo hiciéramos. Pero no es así. Hay que sembrar para recoger, y tampoco es seguro que podamos recoger, y tampoco es seguro que podamos recoger algo.

La respuesta típica (defensiva) de una persona que debe modificar un hábito mal adaptativo y que está atrapada en un esquema de pereza/comodidad, suele ser: “Yo entiendo lo que usted me dice, pero no es tan fácil”. A lo cual yo respondo: “Nadie está hablando del grado de dificultad, sino de la importancia del cambio”.

Y otra vez, la réplica:”¡Pero, no es fácil!”. Entonces, vuelvo a insistir: “Todo cambio, así se trate de una mudanza, por definición es incómodo y casi siempre doloroso”.

Construimos la vida, no nos viene nada. Pensemos en lo que cuesta (el esfuerzo invertido) fortalecer una pareja, criar hijos, obtener una profesión o cultivar amigos. No hablo de sangre, sudor y lágrimas, sólo de sudor (lo cual no quita que a lo largo y ancho del entable que pacientemente hemos fabricado prosperen los actos espontáneos, la improvisación alegre o la naturalidad descomplicada).

No obstante, la base psicológica, la esencia que nos determina, nunca se da por obra y gracia de algún ser sobrenatural: somos los principales responsables de lo que nos ocurre, lo bueno y lo malo. Construimos nuestra vida mientras existimos, en el presente que transitamos. Esta es la ley que nos sentencia a ser libres y a luchar por lo que queremos. Nada es fácil, y aún así, vale la pena intentarlo.

 
Fuente : Comentarios sobre el vivir