Vivir en soledad

Vivir en soledad El ser humano evita estar solo. Nace en el seno de una familia, se enamora y forma una nueva familia, crece, madura siempre tratando de estar al lado de alguien porque la melancolía y la tristeza acudirían a su encuentro si se hallase en soledad. Tiene miedo de no sentirse amado y protegido como si su propio cariño para sí no fuera suficiente para elevar su autoestima y la confianza en él mismo.

El propio equilibrio interior empieza en saber estar en soledad con uno mismo, no solo leyendo un libro o escuchando música o viendo la televisión o realizando cualquier actividad, sino simplemente solos con nosotros, meditando, analizando nuestro interior, ese interior tan poco explorado por temor a lo que encontraremos.

Esos momentos de relax, de paz y armonía nos sirven para abrir nuestra mente espiritual y conectar más fácilmente con nuestros deseos y emociones reales, sin disfraces. De este modo cuando nuestro yo interior trata de mandarnos mensajes de alerta, de avisos, nos sentiremos mucho más receptivos para escucharlos y así elegir mejor el camino a tomar.

Un bebé de 8 meses teme al extraño que se acerca a contemplarlo, si su madre se aleja unos pocos metros ya teme que no regrese. Con más conocimiento un niño de 2-4 años se angustia al pensar que podrá perder a su familia, aquella familia compuesta por padre y madre que le protegen y le proporcionan bienestar. Se siente indefenso ante el mundo aún no desarrollada su incipiente personalidad con todos los rasgos que le caracterizarán. Cuando se convierten en adolescentes la mayoría de esos niños se rebelan contra ese sostén familiar aunque siguen buscando protección para no sentirse aislados. En ese período el grupo, los amigos son lo más importante y sin ellos emergerían los sentimientos depresivos en el adolescente.

Crecemos, nos convertimos en unos verdaderos seres independientes porque ya somos adultos y eso supone poder pensar y decidir por nosotros mismos, seguimos manteniéndonos interrelacionados para protegernos de la temerosa soledad.

Mientras tenemos hijos y nos dedicamos a ellos nos sentimos ocupados y la soledad sigue en la sombra pero muchas veces, más de las que lo desearíamos, la desgracia llama a nuestra puerta y nos aparta de nuestros seres queridos para dejarnos en la más completa soledad.

Finalmente la vejez llega para abrirnos la puerta a dos desconocidos: la soledad y la muerte. Nos hemos pasado nuestra vida evitando ambas para al final del camino tener que enfrentarnos a ellas.

Confiar en nuestro interior, vivir en armonía con nuestro yo, mantenernos tranquilos y relajados en soledad nos responderá muchos interrogantes sobre nuestra vida, sobre nuestros temores más profundos.

La muerte quizás nunca llegue a entenderse pero se esperará sin miedo y eso permitirá que disfrutemos de nuestra vida con los cinco sentidos.

Fuente : Ciudad Futura