Los deberes alegres

Los deberes alegres  Es bueno tener en cuenta que cada derecho arrastra su contraparte. Al igual que una moneda de dos caras, cada uno de ellos lleva impresa una obligación. Es decir, los temidos y bien ponderados deberes. 

Me ha llamado la atención cómo la mayoría de los pacientes que han logrado superar sus sentimientos de inseguridad y ser más asertivos (capaces de defender sus derechos), generan una solidaridad natural, yo diría "de condición", con otras personas inasertivas y víctimas de abuso.

Una especie de compasión y reconocimiento por el dolor ajeno, que fue inicialmente sentido en carne propia, los lleva a preocuparse por los demás: "Yo fui así y te comprendo: jamás me aprovecharía de ti".

Estas personas descubren (viven, sienten, perciben) la existencia de un principio ético natural, sencillo y universal: "No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan". No lo teorizan, sino que lo experimentan de manera vital, con la certeza que otorga el realismo. Como ocurre con todos los valores, el conocimiento intelectual de ellos es una condición necesaria pero no suficiente.

Voltaire, en su Tratado de la tolerancia, lo expresa así:

"El derecho humano no puede fundarse en ningún caso más que en el derecho de la naturaleza, y el gran principio, el principio universal de uno y otro, que está en toda la tierra: No hagas lo que no quieres que te hagan".

El otro principio adjunto, "Hazle a los demás lo que te gustaría que te hicieran", me parece imposible de aplicar e incluso contraproducente: no tenemos los mismos gustos.

Uno de los mejores complementos prácticos del ejercicio del derecho, que nos ayuda a no excedernos cuando decidimos ser asertivos, está en la primera fórmula del deber de Kant : "Obra siempre de modo tal que la máxima de tu acción pueda ser erigida en norma universal".

Cuando ejecutamos una conducta de cualquier tipo, especialmente si los demás pueden verse afectados, deberíamos detenernos un instante y pensar dos cosas:

"¿Cómo sería una sociedad regida por el principio que me guía a actuar?", y (b) "¿Qué pasaría si todos actuaran como yo, sería mejor o peor?".

Si este ejercicio virtual da como resultado una sociedad inhabitable, regresiva, cruel o injusta, sería conveniente revisar el comportamiento. Es posible que me encuentre más cerca de un acto agresivo e irresponsable, que de un acto asertivo.

Practicar a Kant o seguir algunos consejos de Voltaire no es tarea para intelectuales. El asunto consiste en tener las premisas activadas todo el tiempo, como una alarma que se prende antes y no después del hecho.

Sin embargo, la experiencia me ha enseñado que el deber por el deber no es suficiente. Además de la reflexión y la vivencia, se requiere el placer de hacerlo. Disfrutar la obligación, o sea, que la conducta deje de ser una imposición. Precepto y afecto positivo a la vez: la diversión del deber, la convicción agradable de hacer lo que creemos es correcto.

Tan elemental, tan fácil: No le propines a los demás el sufrimiento que no te gustaría sentir. En el dolor nos parecemos más que en el placer.

Fuente : Internet