24 de Mayo del 2012 - Jueves

Consuelo

Doy y recibo partiendo del amor de Dios en mí.

En cualquier momento en que me sienta desilusionado o triste, me dirijo a mi interior a la presencia de Dios. El descansar en el amor puro de Dios, me calma y me consuela. El amor que comparto con los demás surge de esta Presencia en lo más íntimo de mi ser. Con cada palabra y acción consideradas y compasivas, soy un conducto del amor de Dios.

Traigo a la mente la oración de San Francisco, una oración honrada y dicha por siglos. Sus palabras me dan la seguridad de que a medida que doy, recibo: Haced que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar; ser comprendido, sino comprender; ser amado, como amar. Porque es dando que se recibe.

Que nuestro Señor Jesucristo … anime sus corazones y los mantenga a ustedes constantes en hacer y decir siempre lo bueno.—2 Tesalonicenses 2:16-17