La Madre Teresa dijo: “Dios es amigo del silencio”. Siento mi unidad con el Espíritu cuando paso tiempo en el Silencio. Al hacerlo con regularidad, experimento un sentimiento de paz. También encuentro claridad en todo lo que hago y perdono más fácilmente. Estoy receptivo a inspiración nueva y profunda.

Sin embargo, vivo en un mundo que no es silencioso. Para experimentar quietud en medio del clamor diario de la vida, tomo un momento para cerrar los ojos y avivar la calma en mi interior. La serenidad está allí todo el tiempo, sólo necesito recordarla. Puedo utilizar este reposo divino en cualquier momento. Simplemente, dejo ir cualquier preocupación o inquietud y me sumerjo en la conciencia amorosa y consoladora del Espíritu.