Al despertar de un sueño reparador, doy gracias por un nuevo día y por las personas que serán parte de él. Aunque no sé qué sucederá en este día, recuerdo que todo en mi camino, tanto sucesos como personas, me pueden guiar hacia una conciencia más profunda de Dios.

Esa conciencia, cada vez mayor, es mi mayor gozo. Aun si el día trae experiencias menos que felices, mantendré el gozo y la fortaleza de la presencia apacible de Dios que siempre está conmigo. Me regocijo hoy por estar vivo, por ser capaz de pensar, sentir, apreciar los paisajes, sonidos y aromas que llenan mi ambiente.

Descubriré el gozo de nuevo cada momento en el que reconozca que cada persona es una expresión única de Dios.